jueves, 22 de julio de 2010

¿Por qué en Cuba no fue noticia la ley argentina del matrimonio gay?




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Técnica Mixta s/ Madera.
75,5x40cm.
2010.


Los gay argentinos ya se pueden casar ¿alguien, por favor, sería tan amable de decírselo a los de#Cuba? 12:13 AM Jul 16th vía Web
Fue lo primero que escribí en Twitter la madrugada del pasado viernes, luego de conocer la noticia de que el Senado de Argentina acababa de aprobar la ley que ahora permite en ese país —el primero de América Latina en lograrlo, y el décimo en el mundo— el matrimonio entre personas del mismo sexo, con los mismos derechos y obligaciones que tiene una pareja compuesta por un hombre y una mujer.
Sin embargo, ningún periódico en la Isla hizo hasta hoy la más breve alusión a ese hecho histórico. No podría asegurarlo, pero tampoco me consta que lo mencionaran aunque fuera de pasada en alguna emisora radial o canal televisivo.
Debo subrayar que mi expectativa no era hallar en la prensa cubana un gran despliegue noticioso, ni un análisis profundo del tema, pues durante semanas de encarnizados debates parlamentarios y batallas feroces dentro de la sociedad argentina, acá no hubo una sola palabra sobre el asunto.
Pensé, sin embargo, que una pequeña mención bien que podría haber sido deslizada sutilmente en una de esas secciones de notas breves de los diarios o en un entrefilet o suelto periodístico, como relleno en las páginas internacionales. Pero nada.
En su lugar tal vez, uno de esos espacios publicó el propio viernes 16 de julio el lead de un gélido despacho sobre la Ola de frío polar en Argentina, y obvió la ola de amor y regocijo que recorría a esas “minorías” cada vez más amplias de hombres y mujeres homosexuales, en la nación austral y en todo nuestro continente, cuyo único pecado es pretender compartir sus vidas y crear una familia en igualdad de condiciones legales con el resto de las parejas heterosexuales.
Los detractores de la Revolución darán a esta omisión un enfoque político en contra del “gobierno cubano”. Yo tengo otra percepción al respecto. Mi humilde conocimiento sobre las prioridades informativas de los medios de prensa me permiten afirmar que era perfectamente admisible la selección y colocación de esa noticia, a pesar de la conocida, objetiva y no desdeñable restricción en el número de publicaciones impresas y en su número de páginas, así como la mayor prioridad estratégica o urgencia táctica de otras aristas de la realidad.
No voy a decir que alguien propusiera un comentario a fondo, porque esa lógica de defensa del sistema social que medio siglo de resistencia nos impuso, condiciona de modo negativo que los periodistas cubanos muy raras veces hagamos análisis de temas donde nuestro país no tenga mucho que exhibir o “pierda” en la comparación con otra nación. Eso nos hace como norma poco autocríticos, y por tanto, más falibles.
Pero considero que sí había la posibilidad de publicar esa breve viñeta que ofreciera aunque sea una pequeña luz sobre un cambio tan sustancial en un país culturalmente cercano, en relación con una arista de la justicia social en la cual hay sectores muy interesados en la Isla e incluso dentro de los propios medios de comunicación. Los predios periodísticos no son precisamente un ambiente adverso y ajeno a la cuestión homosexual; por el contrario, la experiencia personal me dice que hay bastante implicación o cuando menos, aceptación y tolerancia. Sin embargo, eso no sucedió. ¿Por qué?
Parte de la respuesta está, en mi criterio, en la manera en que funcionan los prejuicios dentro de una sociedad mayoritariamente homófoba y heterosexista; y su reflejo en la rutina productiva de los medios, a través de lo que los teóricos de la comunicación denominan “mediaciones”.
El profesional que leyó y valoró las informaciones internacionales destacadas de ese día, para proponer o no su publicación, atravesó casi seguramente por alguna de estas cuatro variantes:
  1. Si era un homófobo convencido, la noticia no le pareció relevante, más bien abominable, y ni siquiera consideró la posibilidad de su inclusión.
  2. Si era un heterosexual con menos prejuicios o sin ellos, entendió la relevancia del hecho, pero pensó que no era prudente proponer su destaque, para que nadie dudara de su orientación sexual.
  3. Si era un homosexual o bisexual que permanece en el closet —con mayor o menor hermetismo— por razones personales, familiares o por reservas sobre la aceptación de esa condición en su entorno laboral, tampoco creyó atinado seleccionar la información, a pesar de la simpatía que le produjo saberlo, para no provocar o confirmar sospechas.
  4. Si era una persona abiertamente gay —y en este grupo me incluyo— celebró el acontecimiento, lo comentó con los colegas, pero razonó lo siguiente:
  • Si incluyo la noticia en mis propuestas, mis compañeros y superiores dirán: “otra vez este con su pajarería”.
  • Si para mí es tan importante, para otros también lo será, y alguien — ¿por qué siempre tengo que ser yo quien me “destaque”?— tendrá la idea de publicarla.
  • Es muy bueno que esto ocurra en Argentina, pero mejor me reservo; para cuando suceda algo al respecto en Cuba, poder echar mejor la pelea (Las jornadas nacionales de cada año contra la homofobia, por ejemplo; o la tan aplazada discusión en el Parlamento del proyecto de nuevo Código de Familia, perdido en alguna gaveta que nadie sabe decir cuál es).
Y en el extraño caso de que alguno de estos cuatro posibles editores primarios fuera capaz de saltar sobre sus recelos o posturas descritas, y decidir la inclusión de la información sobre la aprobación del matrimonio gay en Argentina en el más modesto espacio noticioso —contra todas las banderas—, pues tropezaría con una cadena de toma de decisiones más o menos extensa, donde en cada escalón del proceso habría una repetición de este cuarteto de probabilidades tendientes a rechazar y excluir su publicación.
De ese modo tan simple tal vez, perdimos la oportunidad de ilustrar a la población cubana acerca de este acontecimiento y de continuar con la creación de un estado de opinión alrededor de un tema polémico y sensible, donde los ideales históricos de emancipación y equidad social de la Revolución no están en correspondencia con sus resultados concretos.
Porque al final —y en contraposición aparente con lo que dije en Twitter— no son los homosexuales cubanos quienes tienen la mayor necesidad de que la prensa nacional les brinde esa noticia. Más temprano que tarde los gay en la Isla lo sabrán, pues el modelo de comunicación contemporáneo hace prácticamente imposible cualquier control discriminatorio —en el mejor y en el peor sentido— de la información pública en el mediano y el largo plazo. Dicho en otras palabras: cuando una persona o grupo social quiere saber algo en el mundo de hoy, es muy difícil que alguien pueda impedirlo —ya sean individuos o instituciones—, si acaso solamente alcanzan a retardar ese conocimiento, consciente o inconscientemente, y con ello de paso, dañan su credibilidad.
Es la sociedad cubana, predominantemente heterosexual, machista y en combate frontal —pero aún no generalizado— contra la homofobia, a la que le urge saber lo que sucedió este 15 de julio en el parlamento argentino. ¿Cuál sería entonces la solución de este problema?

Tomado del Blog "Paquito el de Cuba"



Pedro Purpura de Hombres.
Técnica Mixta s/ Madera.
75,5x40cm.
2010.


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