Universos Paralelos, por Juan Pablo Perez
Aun los más duros procesos de dominación cultural, los más
feroces casos de etnocidio, no pueden cubrir todo el campo
colonizado y dejan, a su pesar, una franja vacante. En ese baldío
opera la diferencia; desde allí, los indígenas, primero, y los
mestizos y criollos, después, produjeron, a veces, (sub)versiones
particulares, obras que lograban asir algún momento de alguna
verdad propia y escapar, de ese modo, del destino espurio que
les tenía asignado el proyecto colonial.
Ticio Escobar (El arte fuera de sí-2004)
La muestra Universos Paralelos de Alexei Serrano pone en tensión la convivencia y superposición de distintas realidades que responden a la hibridación de íconos políticos y religiosos de la cultura occidental y latinoamericana, que por supuesto, abarca el derrotero de la cultura afrocubana de muy fuerte arraigo en las prácticas populares de su país de origen. El engranaje de ambos universos hace a la inclusión dinámica de las “identidades latinoamericanas” en constante construcción.
Una de las deidades tomada de los Orishas Yorubas en sus obras es: Ochosí. Llevado al lenguaje de la instalación, con el arco y la flecha como símbolo, a través de colores vivos y saturados que juegan con la estética del “kistch latinoamericano”, junto a otros objetos y velas en el altar popular que organiza el espacio sagrado del ritual. Ochosí, es hijo de Yemanya, Orisha mayor, el mejor de los cazadores del cual sus flechas siempre dan en el blanco. Cobija a quienes tienen problemas con la justicia, podríamos decir, Ochosí redime las injusticias sociales, oportunamente se superpone a la imagen cristiana de San Sebastián, y es tomado como protector por algunas de las comunidades homosexuales y transexuales. Esta sobrevaloración del carácter apropiacionista pervive en las prácticas religiosas al trasvestir las imágenes, como platea Gerardo Mosquera, sin caer en la síntesis mixturada, proceso crítico de fagocitación que sencillamente implicó la instalación de todos a la vez en un sistema inclusivo de muchas capas, aunque de estructura africana.
Por otro lado, también hay piezas que articulan el peso visual de las imágenes religiosas con los procesos políticos que vive la Argentina en los últimos años. En el díptico Votá x Mí aparece en la primera parte la figura del cristo crucificado con el rostro de Néstor Kirchner, quizás a modo de una nueva devoción política, omnipresente, o a instancias de idealizaciones santificantes luego de su muerte. Esta obra también se ve atravesada por la religiosidad popular, a raíz de una trama visual en la superficie del relieve con huesitos de pollos utilizados en los sacrificios de animales a los Orishas. La disposición en relieve del crucifijo y los huesos –en este caso animal- nos recuerda a una de las piezas perdidas que acompañaron a La civilización occidental y cristiana…bombardea a las escuelas de Long Dien,.. de León Ferrari en el Instituto Di Tella (1965). Nuevos tiempos de sacrificios y compromisos también reclama la segunda parte de la pieza, al superponer la figura femenina de la inmaculada concepción con la cara de Cristina Fernández de Kirchner, de manera sutil, apenas perceptible, y que tiene una enorme llave como ofrenda. Llave que abrió el camino –en disputa con las jerarquías eclesiásticas- en la restitución de las identidades de los nietos recuperados y permitió la elección de las identidades de género con la posibilidad de ubicar un rostro y redefinir un nombre propio.
Y a la vez, si los rituales producen vuelcos y reversiones, es importante interpelar cierta imagen mácula de la política, que tendrá que asumir la idea del poder desde el hedor, otros aromas –a veces pestilentes- que sedimentan el subsuelo común en la creación dinámica de las identidades político-culturales de Nuestra América Profunda.